LA ESCLAVA ETÍOPE
El 10 octubre de 1813 nace uno de los más prolíficos y famosos autores del género operístico, Giuseppe Fortunino Francesco Verdi. Ese feliz acontecimiento sucedió en la localidad de La Roncale, en el ducado de Parma. Innumerables obras, la mayoría óperas, nacieron del genial talento italiano. Muchas forman parte de los repertorios de los principales teatros del mundo. ¿Quién no ha tarareado alguna vez una de sus famosas arias? Por citar una La Donna é mobile de Rigoletto o coros como el Va pensiero de Nabuco, incluso los no amantes del género lírico asocian los nombres de La Traviata, Rigoletto o Il Trovatore con Verdi.
En 1869 Ismail Pasha, gobernador de Egipto, quiso encargar un himno a Verdi con motivo de la próxima inauguración del Canal de Suez. Verdi rechazó la propuesta, en su cabeza rondaba la idea de una ópera, máxime cuando cayó en sus manos un libreto de Auguste Mariette sobre el antiguo Egipto. Al final el gobernador y Verdi se pusieron de acuerdo y firmaron los contratos para la creación y producción de la obra Aída. Sin embargo, Verdi se retrasó en el encargo y fue Rigoletto la obra de Verdi que se representó en la inauguración del Canal de Suez en 1869. En la Nochebuena de 1871 se estrenó Aída en el Teatro de la Ópera de El Cairo, con gran éxito de crítica y público. Dos meses más tarde se estrenó en Europa, concretamente en Milán, volviendo a obtener un notable éxito.
Aída es una ópera grandiosa en todos los sentidos. Sus representaciones suelen ser espectaculares, requiriendo un gran despliegue escénico, con grandes coros y figurantes. Lo mismo ocurre con la música. Verdi compuso una partitura por momentos exótica, por momentos dramática, con puntos álgidos como la célebre Marcha Triunfal en el segundo acto. Verdi fue tachado de wagneriano por algunos detractores, aprovechando la mala prensa del alemán en Italia. Lo cierto y verdad es que Aída supuso una sofisticación en el uso orquestal. Los coros adquirieron una importancia hasta ahora no tratada por Verdi y la música siempre acompaña a las escenas como parte de ellas.
Los personajes principales son:
• Aída: esclava etíope, hija de Amonasro (soprano).
• Radamés: capitán de la guardia egipcia (tenor).
• Amneris: hija del rey de Egipto (mezzosoprano).
• Amonasro: rey de Etiopía (barítono).
• Ramfis: sumo sacerdote de Egipto (bajo).
• Rey de Egipto (bajo).
• Mensajero (tenor).
• Sacerdotisa (mezzosoprano).
• Sacerdotes, sacerdotisas.
Sobresale en el primer acto el aria Celeste Aída, cantada por Radamés. Esta aria al principio del acto es de una dificultad extrema al coger al tenor en frío. Cabe destacar al respecto, el escándalo mayúsculo protagonizado por Roberto Alagna en La Scala de Milán en diciembre de 2006, ante los abucheos del público tras esta aria. Alagna desapareció del escenario, la función siguió con otro tenor, imaginaos los epítetos que le dedicaron en los medios de comunicación. Al día siguiente se le negó la entrada al teatro cuando se disponía a asistir para los ensayos. Desde entonces Alagna no ha pisado La Scala.
Después de un mes con el buque atracado en el puerto de mi imaginación, tiempo que he aprovechado para una profunda revisión del navío, despliego las velas y pongo rumbo a un tiempo y un lugar lejano tanto geográficamente como en el tiempo. Llegamos justo para un estreno, pero no es un estreno cualquiera, se trata de la última ópera compuesta por “Il maestro” Verdi, y aunque él no ha podido venir, en el Gran Teatro de la Ópera de El Cairo hay una expectación tremenda, hay ambiente de gran estreno, todo el mundo conoce que, debido a la guerra franco-prusiana, el barco que transportaba los decorados no ha podido llegar antes y el estreno se ha pospuesto en diversas ocasiones. Ahora todo está dispuesto. Es la Nochebuena de 1871, El Cairo está preparado y engalanado para tan magno acontecimiento, es el estreno mundial de Aída, ópera en cuatro actos con libreto de Auguste Mariette y música de Giuseppe Verdi.
El elenco está formado por: la soprano Antonietta Pozzoni (Aida), el tenor Pietro Mongini (Radamés), la mezzosoprano Eleonora Grossi (Amneris) y el barítono Francesco Steller (Amonasro) entre otros; en el foso dirige Giovanni Bottesini.
Acto I
Nos encontramos en el Palacio Real de Menfis, una gran escalinata precede a una gran sala de altísimos techos con dos enormes estatuas de la diosa Isis. Éstas contemplan la escena. Ranfis, el sumo sacerdote, le comunica a Radamés, capitán de guardia egipcia, que el ejército etíope piensa invadir el valle del Nilo y la ciudad de Tebas, y que la diosa Isis ya ha designado al caudillo que conducirá al ejército egipcio contra el invasor. Radamés piensa “y si fuera yo el elegido”, vencería a los etíopes y le pediría al faraón la mano de Aída, esclava al servicio de Amneris, hija del Faraón, pues está profundamente enamorado de ella.
Radamés el militar emplea un recitativo:
¡Si yo fuera ese guerrero!
¡Si mi sueño se cumpliera!
¡Un ejército de valientes,
guiados por mí,
a la victoria
y el aplauso de toda Menfis!
Y a ti, mi dulce Aída,
regresar ceñido de laureles,
y decirte: ¡he luchado por ti,
por ti he vencido!
¡De repente!, su tono se transforma, se suaviza y su voz se torna melódica, ahora es el enamorado el que canta:
Celeste Aída
forma divina,
mística corona
de luz y flor,
eres la reina…
…de mi pensamiento
de mi vida eres esplendor.
Tu hermoso cielo
quisiera devolverte,
las suaves brisas del suelo patrio,
poner sobre tu cabeza
una corona real,
erigirte un trono…
…cercano al sol.
Aparece en escena Amneris, la hija del Faraón. Radamés le comunica su anhelo de ser el elegido por Isis, ocultando su amor por Aída. Al tiempo, Aída se aproxima y Amneris descubre en su mirada el amor que siente por Radamés. Amneris jura venganza, pues también ella está enamorada del joven militar. Entra el Faraón y sus guardias, le siguen Ramfis y otros sacerdotes. Un mensajero comunica que los etíopes han invadido el país y pronto llegarán a Tebas comandados por el guerrero Amonasro, caudillo de las tropas etíopes. El Faraón anuncia que Isis ha señalado a Radamés general de las tropas egipcias. El pueblo aclama al gran capitán, mientras Amneris suplica a su guerrero que regrese victorioso. Aída se muestra triste, pues la victoria de Egipto significaría la derrota de su padre, Amonasro, Rey de Etiopía, quien ha invadido Egipto para liberar a su hija de la esclavitud.
Al poco tiempo, en el templo del Volcano, en Menfis, los sacerdotes consagran a Radamés al dios Fthá para que lo guíe en la batalla y lo conduzca hacia la victoria (Volcano y Fthá son la misma deidad, el primero en la mitología romana y el segundo en la egipcia, ambos representan al dios del fuego).
Acto II
En la estancia privada de Amneris, ésta se halla acompañada por sus esclavos, quienes la visten para la celebración del triunfo egipcio en la batalla. Aída entra en los aposentos y Amneris oculta sus sentimientos y se lamenta por ella y por su pueblo, derrotado en la batalla. Luego, le tiende una trampa, le dice que Radamés ha muerto en el fragor de la lucha y, ante la turbación de Aída, Amneris comprueba que la esclava está enamorada del joven militar. La princesa en estado colérico le dice la verdad, Radamés no está muerto y ella también lo ama. Por un momento Aída piensa en su linaje y orgullosamente confiesa su amor, pero pronto cae en la cruda realidad de que es una esclava y pide piedad. Amneris le recuerda su condición de esclava y sus vanos deseos de rivalizar con ella por el corazón de Radamés. Por un momento Aída es tentada de revelar su condición, pero recapacita y decide no hacerlo.
En Tebas, en la explanada que precede al palacio real, se encuentra toda la corte con el Faraón al frente. El ejército egipcio desfila victorioso, el pueblo abarrota las calles aclamando a los héroes, todos cantan Gloria all’Egitto, innumerables trofeos de guerra y prisioneros son llevados ante el faraón.
Al frente de las tropas está Radamés. El Faraón se adelanta para saludarlo. Aída se abraza a uno de los cautivos al reconocer en éste a su padre Amonasro, el rey de los etíopes, disfrazado de oficial. Éste le pide a su hija que no le delate.
El Faraón accede a la petición de clemencia para los prisioneros que le hacen Radamés y el pueblo. No serán sacrificados, aunque permanecerán en Egipto como esclavos. Al glorioso guerrero se le concede la mano de la princesa Amneris y es nombrado heredero de la dinastía faraónica.
Acto III
Es de noche en el templo de Isis en la ribera del Nilo. El Sumo Sacerdote Ranfis acompaña a Amneris para que reciba la bendición de los dioses en víspera de su boda. En un lugar cercano Aída y Radamés han quedado para un encuentro secreto, pero antes de que llegue su amado aparece Amonasro. Él sabe del amor que su hija profesa a Radamés y pretende que ella le revele la ruta que el ejército egipcio utilizará para invadir Etiopía. Cuando aparece Radamés, Amonasro se oculta. Aída le pide a Radamés que huya con ella por la ruta secreta que sólo conoce él. Éste accede y le dice que la huida será por el desfiladero de Napta, en ese momento aparece Amonasro y revela su verdadera identidad. Radamés se espanta al darse cuenta que ha revelado un secreto militar, lo cual es un grave acto de traición a la patria. Radamés arrepentido entrega su arma a Ranfis y es hecho prisionero. Al mismo tiempo Amonasro escapa con Aída.
Acto IV
En una sala del palacio real, la princesa Amneris mantiene una lucha interna queriendo salvar a Radamés y le pide a éste que se declare inocente del delito de alta traición del que es acusado. Para eso le dice que Aída y su padre han muerto, sin embargo Radamés le contesta que la vida ya no tiene significado para él. La princesa insiste y le comunica que Aída está viva. Ante esta revelación Radamés se muestra firme en morir para salvar a su amada. Radamés es llevado ante los sacerdotes y condenado a ser enterrado vivo. Amneris llora la crueldad de los sacerdotes y el castigo que han impuesto a su amado.
En el templo de Volcano, Radamés es enterrado vivo bajo una gran losa. Ante su sorpresa descubre que allí estaba Aída, que se había ocultado en la tumba huyendo de sus perseguidores. Cuando tapan la tumba con la losa, los amantes se funden en un abrazo esperando su muerte. Arriba Amneris llora amargamente la muerte de Radamés sin saber que Aída se halla con él.
A continuación, os dejo dos enlaces. En el primero, Gloria all’Egitto y la Marcha triunfal, se puede observar hasta qué punto puede ser espectacular el montaje de esta ópera, también la combinación de coros y ballet, así como el exotismo de la música en algunos pasajes.
El segundo enlace es la interpretación de Celeste Aída por Luciano Pavarotti. Podréis distinguir la transición del Radamés militar al Radamés enamorado.
El 10 octubre de 1813 nace uno de los más prolíficos y famosos autores del género operístico, Giuseppe Fortunino Francesco Verdi. Ese feliz acontecimiento sucedió en la localidad de La Roncale, en el ducado de Parma. Innumerables obras, la mayoría óperas, nacieron del genial talento italiano. Muchas forman parte de los repertorios de los principales teatros del mundo. ¿Quién no ha tarareado alguna vez una de sus famosas arias? Por citar una La Donna é mobile de Rigoletto o coros como el Va pensiero de Nabuco, incluso los no amantes del género lírico asocian los nombres de La Traviata, Rigoletto o Il Trovatore con Verdi.
En 1869 Ismail Pasha, gobernador de Egipto, quiso encargar un himno a Verdi con motivo de la próxima inauguración del Canal de Suez. Verdi rechazó la propuesta, en su cabeza rondaba la idea de una ópera, máxime cuando cayó en sus manos un libreto de Auguste Mariette sobre el antiguo Egipto. Al final el gobernador y Verdi se pusieron de acuerdo y firmaron los contratos para la creación y producción de la obra Aída. Sin embargo, Verdi se retrasó en el encargo y fue Rigoletto la obra de Verdi que se representó en la inauguración del Canal de Suez en 1869. En la Nochebuena de 1871 se estrenó Aída en el Teatro de la Ópera de El Cairo, con gran éxito de crítica y público. Dos meses más tarde se estrenó en Europa, concretamente en Milán, volviendo a obtener un notable éxito.
Aída es una ópera grandiosa en todos los sentidos. Sus representaciones suelen ser espectaculares, requiriendo un gran despliegue escénico, con grandes coros y figurantes. Lo mismo ocurre con la música. Verdi compuso una partitura por momentos exótica, por momentos dramática, con puntos álgidos como la célebre Marcha Triunfal en el segundo acto. Verdi fue tachado de wagneriano por algunos detractores, aprovechando la mala prensa del alemán en Italia. Lo cierto y verdad es que Aída supuso una sofisticación en el uso orquestal. Los coros adquirieron una importancia hasta ahora no tratada por Verdi y la música siempre acompaña a las escenas como parte de ellas.
Los personajes principales son:
• Aída: esclava etíope, hija de Amonasro (soprano).
• Radamés: capitán de la guardia egipcia (tenor).
• Amneris: hija del rey de Egipto (mezzosoprano).
• Amonasro: rey de Etiopía (barítono).
• Ramfis: sumo sacerdote de Egipto (bajo).
• Rey de Egipto (bajo).
• Mensajero (tenor).
• Sacerdotisa (mezzosoprano).
• Sacerdotes, sacerdotisas.
Sobresale en el primer acto el aria Celeste Aída, cantada por Radamés. Esta aria al principio del acto es de una dificultad extrema al coger al tenor en frío. Cabe destacar al respecto, el escándalo mayúsculo protagonizado por Roberto Alagna en La Scala de Milán en diciembre de 2006, ante los abucheos del público tras esta aria. Alagna desapareció del escenario, la función siguió con otro tenor, imaginaos los epítetos que le dedicaron en los medios de comunicación. Al día siguiente se le negó la entrada al teatro cuando se disponía a asistir para los ensayos. Desde entonces Alagna no ha pisado La Scala.
Después de un mes con el buque atracado en el puerto de mi imaginación, tiempo que he aprovechado para una profunda revisión del navío, despliego las velas y pongo rumbo a un tiempo y un lugar lejano tanto geográficamente como en el tiempo. Llegamos justo para un estreno, pero no es un estreno cualquiera, se trata de la última ópera compuesta por “Il maestro” Verdi, y aunque él no ha podido venir, en el Gran Teatro de la Ópera de El Cairo hay una expectación tremenda, hay ambiente de gran estreno, todo el mundo conoce que, debido a la guerra franco-prusiana, el barco que transportaba los decorados no ha podido llegar antes y el estreno se ha pospuesto en diversas ocasiones. Ahora todo está dispuesto. Es la Nochebuena de 1871, El Cairo está preparado y engalanado para tan magno acontecimiento, es el estreno mundial de Aída, ópera en cuatro actos con libreto de Auguste Mariette y música de Giuseppe Verdi.
El elenco está formado por: la soprano Antonietta Pozzoni (Aida), el tenor Pietro Mongini (Radamés), la mezzosoprano Eleonora Grossi (Amneris) y el barítono Francesco Steller (Amonasro) entre otros; en el foso dirige Giovanni Bottesini.
Acto I
Nos encontramos en el Palacio Real de Menfis, una gran escalinata precede a una gran sala de altísimos techos con dos enormes estatuas de la diosa Isis. Éstas contemplan la escena. Ranfis, el sumo sacerdote, le comunica a Radamés, capitán de guardia egipcia, que el ejército etíope piensa invadir el valle del Nilo y la ciudad de Tebas, y que la diosa Isis ya ha designado al caudillo que conducirá al ejército egipcio contra el invasor. Radamés piensa “y si fuera yo el elegido”, vencería a los etíopes y le pediría al faraón la mano de Aída, esclava al servicio de Amneris, hija del Faraón, pues está profundamente enamorado de ella.
Radamés el militar emplea un recitativo:
¡Si yo fuera ese guerrero!
¡Si mi sueño se cumpliera!
¡Un ejército de valientes,
guiados por mí,
a la victoria
y el aplauso de toda Menfis!
Y a ti, mi dulce Aída,
regresar ceñido de laureles,
y decirte: ¡he luchado por ti,
por ti he vencido!
¡De repente!, su tono se transforma, se suaviza y su voz se torna melódica, ahora es el enamorado el que canta:
Celeste Aída
forma divina,
mística corona
de luz y flor,
eres la reina…
…de mi pensamiento
de mi vida eres esplendor.
Tu hermoso cielo
quisiera devolverte,
las suaves brisas del suelo patrio,
poner sobre tu cabeza
una corona real,
erigirte un trono…
…cercano al sol.
Aparece en escena Amneris, la hija del Faraón. Radamés le comunica su anhelo de ser el elegido por Isis, ocultando su amor por Aída. Al tiempo, Aída se aproxima y Amneris descubre en su mirada el amor que siente por Radamés. Amneris jura venganza, pues también ella está enamorada del joven militar. Entra el Faraón y sus guardias, le siguen Ramfis y otros sacerdotes. Un mensajero comunica que los etíopes han invadido el país y pronto llegarán a Tebas comandados por el guerrero Amonasro, caudillo de las tropas etíopes. El Faraón anuncia que Isis ha señalado a Radamés general de las tropas egipcias. El pueblo aclama al gran capitán, mientras Amneris suplica a su guerrero que regrese victorioso. Aída se muestra triste, pues la victoria de Egipto significaría la derrota de su padre, Amonasro, Rey de Etiopía, quien ha invadido Egipto para liberar a su hija de la esclavitud.
Al poco tiempo, en el templo del Volcano, en Menfis, los sacerdotes consagran a Radamés al dios Fthá para que lo guíe en la batalla y lo conduzca hacia la victoria (Volcano y Fthá son la misma deidad, el primero en la mitología romana y el segundo en la egipcia, ambos representan al dios del fuego).
Acto II
En la estancia privada de Amneris, ésta se halla acompañada por sus esclavos, quienes la visten para la celebración del triunfo egipcio en la batalla. Aída entra en los aposentos y Amneris oculta sus sentimientos y se lamenta por ella y por su pueblo, derrotado en la batalla. Luego, le tiende una trampa, le dice que Radamés ha muerto en el fragor de la lucha y, ante la turbación de Aída, Amneris comprueba que la esclava está enamorada del joven militar. La princesa en estado colérico le dice la verdad, Radamés no está muerto y ella también lo ama. Por un momento Aída piensa en su linaje y orgullosamente confiesa su amor, pero pronto cae en la cruda realidad de que es una esclava y pide piedad. Amneris le recuerda su condición de esclava y sus vanos deseos de rivalizar con ella por el corazón de Radamés. Por un momento Aída es tentada de revelar su condición, pero recapacita y decide no hacerlo.
En Tebas, en la explanada que precede al palacio real, se encuentra toda la corte con el Faraón al frente. El ejército egipcio desfila victorioso, el pueblo abarrota las calles aclamando a los héroes, todos cantan Gloria all’Egitto, innumerables trofeos de guerra y prisioneros son llevados ante el faraón.
Al frente de las tropas está Radamés. El Faraón se adelanta para saludarlo. Aída se abraza a uno de los cautivos al reconocer en éste a su padre Amonasro, el rey de los etíopes, disfrazado de oficial. Éste le pide a su hija que no le delate.
El Faraón accede a la petición de clemencia para los prisioneros que le hacen Radamés y el pueblo. No serán sacrificados, aunque permanecerán en Egipto como esclavos. Al glorioso guerrero se le concede la mano de la princesa Amneris y es nombrado heredero de la dinastía faraónica.
Acto III
Es de noche en el templo de Isis en la ribera del Nilo. El Sumo Sacerdote Ranfis acompaña a Amneris para que reciba la bendición de los dioses en víspera de su boda. En un lugar cercano Aída y Radamés han quedado para un encuentro secreto, pero antes de que llegue su amado aparece Amonasro. Él sabe del amor que su hija profesa a Radamés y pretende que ella le revele la ruta que el ejército egipcio utilizará para invadir Etiopía. Cuando aparece Radamés, Amonasro se oculta. Aída le pide a Radamés que huya con ella por la ruta secreta que sólo conoce él. Éste accede y le dice que la huida será por el desfiladero de Napta, en ese momento aparece Amonasro y revela su verdadera identidad. Radamés se espanta al darse cuenta que ha revelado un secreto militar, lo cual es un grave acto de traición a la patria. Radamés arrepentido entrega su arma a Ranfis y es hecho prisionero. Al mismo tiempo Amonasro escapa con Aída.
Acto IV
En una sala del palacio real, la princesa Amneris mantiene una lucha interna queriendo salvar a Radamés y le pide a éste que se declare inocente del delito de alta traición del que es acusado. Para eso le dice que Aída y su padre han muerto, sin embargo Radamés le contesta que la vida ya no tiene significado para él. La princesa insiste y le comunica que Aída está viva. Ante esta revelación Radamés se muestra firme en morir para salvar a su amada. Radamés es llevado ante los sacerdotes y condenado a ser enterrado vivo. Amneris llora la crueldad de los sacerdotes y el castigo que han impuesto a su amado.
En el templo de Volcano, Radamés es enterrado vivo bajo una gran losa. Ante su sorpresa descubre que allí estaba Aída, que se había ocultado en la tumba huyendo de sus perseguidores. Cuando tapan la tumba con la losa, los amantes se funden en un abrazo esperando su muerte. Arriba Amneris llora amargamente la muerte de Radamés sin saber que Aída se halla con él.
A continuación, os dejo dos enlaces. En el primero, Gloria all’Egitto y la Marcha triunfal, se puede observar hasta qué punto puede ser espectacular el montaje de esta ópera, también la combinación de coros y ballet, así como el exotismo de la música en algunos pasajes.
El segundo enlace es la interpretación de Celeste Aída por Luciano Pavarotti. Podréis distinguir la transición del Radamés militar al Radamés enamorado.
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