EL BUQUE FANTASMA ** Antonio Pedro Pérez ** Ópera  

Publicado por: Pandora

¡De nuevo, aquí estoy! Frente a la pantalla, bajo mis dedos, un nuevo y reluciente teclado negro. Meses de sequía creativa, mi mente sólo alcanzaba a imaginar dunas áridas, mis dedos estaban paralizados ante las nulas órdenes neuronales que le llegaban del cerebro. Me siento ante la pantalla, la sonrisa me vuelve al rostro, los dedos se deslizan como antaño. Quizá lo que le hacía falta (a mis neuronas), era un descanso, un poco de relax, unos paseos donde mi visión se percatara de cosas distintas a las que habitualmente la monotonía de la rutina diaria me obligaba a observar, el tomar una cerveza en un sito distinto al que normalmente la tomo…


CARMEN

Pensaba que la madera del buque se iba a pudrir de tanto varado, cuando un día, preocupado porque se avecinaba el veintiséis de julio y no tenía ni idea de que podía regalarle a Ana por su onomástica, me encontré con una página de información cultural de un periódico, (que me perdonen, pero no recuerdo cuál). La noticia era escueta: Carmen en El Liceo. Rápidamente busqué en Google la web del teatro y me dispuse a dedicar un buen rato a la programación de la temporada en curso. Efectivamente, Carmen se representaría en otoño y posteriormente en julio del siguiente año, y además supe que en el próximo abril se podrá escuchar en dicho escenario los acordes del Intermezzo sinfónico de La Cavalleria Rusticana, que en programa doble con Il Pagliacci se va a representar ese mes. Una idea rondó por mi cabeza, y si… Rápidamente, miré precios, avión, hotel y por supuesto las entradas para el Liceo, hoy lo puedes hacer todo en unos pocos minutos y sin moverte de tu casa. Pensé “Este año no fallo, a Ana le encantará el regalo” y antes de que terminaran mis pensamientos ya tenía los correos que me confirmaban todas las reservas.

De este modo, y dado que la representación era en octubre y estábamos en julio, comencé la ardua tarea de limpiar, calafatear, reparar e inspeccionar todas las partes de mi buque fantasma, no quería ningún fallo, deseaba que este viaje con solo dos pasajeros fuera inolvidable, no quería dejar nada al azar, que ningún contratiempo diera al traste con la felicidad que en mi cerebro estaba tomando forma.

Así que llegó el día, pese a los malos presagios que auguraban borrascas y otros fenómenos meteorológicos, la travesía en el buque fue placentera, llegamos a la hora prevista y después de atracar en plenas Ramblas, tomamos acomodo en un camarote dispuesto para la ocasión.

hay un sitio donde a mí me gusta pasear y observar a la diversidad de especímenes humanos que pulula por allí, ese es Las Ramblas de Barcelona, con sus fuentes, sus estatuas humanas, sus puestos de flores, sus turistas y por supuesto ese inmenso mar de placeres para la vista, el olfato y el gusto que es el mercado de La Boquería. Así que la predisposición para acudir a la representación era perfecta, se habían conjugado todas las constelaciones del universo para que todo saliera perfecto.

Y llegó la hora, vestidos para la ocasión (como mandan los cánones), traspasamos el umbral y nos introducimos en un sitio maravilloso, lámparas, decoración, colorido, ambiente... No nos pudimos resistir a la tentación, cual turistas nos hicimos fotos en el vestíbulo, la escalera, y por supuesto en el palco, la cara de felicidad de Ana no se pagaba con nada (ni siquiera con la mastercard). Lógicamente yo había indagado sobre la representación que íbamos a disfrutar, por lo que nada de lo que veríamos a continuación iba a deparar ninguna sorpresa, sabíamos, que el polémico Calixto Bieitio era el autor de la escenografía y que cualquier cosa podía suceder.

Bueno, ya estábamos dispuestos, en breve daría comienzo la representación de una de las óperas más famosas del repertorio, “Carmen” de George Bizet, con libreto de Ludovico Halévy y Henri Meilhac, basada en la novela de Prospero Mérimée. El concertino, de pié, inició sus distintas notas, el resto de la orquesta le siguió de forma obediente. Entre los aplausos del público el maestro Marc Piollet apareció en escena, su imaginaria batuta comenzó a dirigir la obertura de manera briosa, las notas inundaban mis oídos, la orquesta era un solo instrumento, el maestro transmitía desde el foso toda su sapiencia a los músicos, aquello rondaba la perfección.

El telón subió a los cielos, y Sevilla no apareció por ningún lado (cosa que ya sabía), Bieitio había trasladado a su antojo tiempo y espacio. Nos encontrábamos en la frontera hispano-marroquí de la ciudad de Ceuta en la década de los setenta del siglo XX. No había fábrica de tabacos, ni nada que pudiera recordar a la obra original. Un paisaje desolado, con un mástil en el centro y una cabina de teléfonos a la izquierda, era todo el decorado. El regimiento de dragones se había transformado en una compañía de legionarios, y las cigarreras en trabajadoras de una fábrica cualquiera, cambiando los mantones de Manila por una simple bata de color triste, apagado. Pero los cambios no quedaron ahí. Yo no sé si Bieitio es un genio o un iluminado, la verdad, sus admiradores y sus detractores puede que estén fifty-fifty (perdonadme el anglicismo, es que mientras escribo estoy escuchando a los Beatles). Como ya habréis adivinado, estoy entre los segundos. Bieitio fue capaz de cambiar en su día el buque fantasma por una zodiac roja, a marineros por ejecutivos y sus ambiciosas esposas y al holandés lo convirtió en un tiburón de las finanzas, pues ya me dirán…, creo haber leído que en la tumba de Wagner se registró una medición de siete en la escala de Richter.

Pero sigamos: El coqueteo con los soldados, la gracia de las sevillanas que relata Mérimée en su novela, son ahora una relación sórdida, violenta, descarnada, nada que ver con el original. En los años setenta ya no existían los bandoleros de Sierra Morena, así Bieitio sacó su varita mágica y los convirtió en contrabandistas con Mercedes desvencijados. Una curiosidad: Hasta ocho Mercedes conté, todos con matrículas gallegas. Una gran bandera española fue izada en el mástil y después sustituida por un gigantesco toro de Osborne, eso era todo el decorado. Personajes inventados como el de la niña con barbie incluida, o una “guiri” en bañador de dos piezas que utilizaba una bandera española a modo de toalla, fueron inundando el escenario sin ningún sentido, o por lo menos para mí. Un Escamillo con traje y corbata, - ¿Sabrá Escamillo, que es torero y no espectador del patio de butacas? - Por cierto ¿Cómo es que se aclamaba a un torero en Marruecos? No sabía yo de esa afición taurina en esa zona del planeta. Cuando se cambia el contexto de una obra, hay que saber lo que se hace.

Bieitio comentaba que se recorrió toda Andalucía buscando un sitio y unos personajes apropiados y no los encontró, que en Marruecos vio la luz. Se podía haber puesto unas gafas de sol, así no se hubiera deslumbrado él, ni hubiese pretendido iluminarnos a nosotros.

Ante lo anterior vosotros os preguntaréis “¿Antonio, no podías haber elegido otra ópera? ¡Anda que estarás contento!”. Pues lo estoy, todo tiene un lado positivo, y ningún Bieitio nos iba a amargar una noche tan especial, el Sr. Bizet está muy, pero que muy por encima del señor Bieitio; la Orquesta del Liceo es una maravilla con cuerdas, vientos, maderas, etc; el maestro Marc Piollet me entusiasmó con su fuerza vital y su sentido del ritmo; el coro del Gran Teatro del Liceo junto con el Coro Vivaldi de pequeños cantores de Cataluña, suenan cómo los ruiseñores de Los Pinos de mi pueblo; y los protagonistas que actuaron esa noche - María José Montiel como Carmen, Germán Villar como Don José, Ainhoa Garmendia como Micaela y Ángel Ódena como Escamillo - cumplieron con creces todas las expectativas. Especial mención merece la habanera cantada por Carmen. María José Montiel la cantó con un gusto exquisito. En el célebre “Toreador” me encantó la conjunción del barítono Ángel Ódena con el coro del Liceo. Para mí lo único que desentonó en la escena fue la vestimenta. La verdad es que me llegué a emocionar por la perfección de las voces y la orquesta. Por lo tanto Ana y yo salimos del teatro contentos, siempre hay que buscar el lado positivo, y por supuesto que esta obra del genio francés lo tiene. Durante las horas posteriores rondaba por mi cabeza los pasajes más famosos de la obra. Estábamos alegres y contentos, eso era lo que contaba.

Éste ha sido un buque distinto, me he querido ceñir más en una representación en concreto que en la obra en general, pero no quisiera acabar este buque sin una consideración a una fecha muy señalada en el calendario. A mi entender, Carmen refleja esa lacra que a pesar de los siglos trascurridos, sigue persiguiendo a la sociedad y es que una parte de esa sociedad devora a la otra. Me refiero a la violencia de género, Carmen es un fiel reflejo de esa violencia, el “la maté porque era mía” es el lema de Don José (hay muchos Don José todavía) y ese pensamiento corona la representación con la muerte de esta sevillana universal. Carmen es un espíritu libre, no se la puede enjaular, Carmen es independiente, utiliza su belleza, sus ganas de vivir, su ingenio, para su felicidad. Carmen es pajarillo que vuela libre, si le quieras cortar las alas, el pajarillo se convierte en tigre con colmillos afilados. Ella sabía cuál era su destino, pero a pesar de que lo sabía prefirió morir siendo Carmen a vivir renunciando a su libertad.

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3 comentarios

Todos nos alegramos de tener tu buque de vuelta, Antonio. Y en cuanto a "Carmen", confieso que soy poco amigo de vanguardias, sospecho que tampoco me habría gustado esa versión "destroyer" de algo que es un mito, y que por lo tanto, es más autentico cuanto más puro se sirve, cuanto más se respeta su esencia original. Me alegro de que al menos difrutaras de oído.

9 de noviembre de 2010, 17:03

Ya sabes que la primera ópera a la que asistí fue "Julio César en Egipto" en el Maestranza, y esa versión de Herbert Wernicke también fue bastante alternativa. Igual que a vosotros tampoco me convenció mucho. Por suerte, más tarde, pude disfrutar de una obra como "Turandot" y de una representación más acorde y tradicional. Esta vez sí que la ópera me gustó y me emocionó. Estoy de acuerdo con Millán en que determinadas composiciones deben mantener su esencia original.
Enhorabuena por tu artículo, Antonio.
Nos vemos.

9 de noviembre de 2010, 23:46
Reyes  

Antonio, me ha encantado este Buque, porque parece que hubiera estado con vosotros en Barcelona. Además, me gusta mucho esa disposición tuya de sacar lo positivo de todas las experiencias. Un abrazo.

11 de noviembre de 2010, 23:56

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